Para muchos corredores, el dolor anterior de rodilla es un viejo conocido. A menudo atribuimos ese pinchazo bajo la rótula a un simple sobreuso, a una mala técnica o a unas zapatillas desgastadas. Sin embargo, en algunos casos, el verdadero culpable es menos conocido: la enfermedad de Hoffa, también llamada síndrome de Hoffa o síndrome de almohadilla grasa infrarrotuliana.
La enfermedad o síndrome de Hoffa es una patología inflamatoria que afecta a una estructura blanda situada justo detrás del tendón rotuliano, entre la rótula y el fémur: la almohadilla grasa de Hoffa. Esta almohadilla actúa como amortiguador y facilita el movimiento de la rodilla, pero puede inflamarse y volverse dolorosa cuando se ve comprimida de forma repetida.
En corredores y deportistas de impacto, esta inflamación suele ser consecuencia de:
Movimientos repetitivos de extensión de rodilla, especialmente en terrenos duros o con mala técnica de carrera.
Sobrecarga del tendón rotuliano, como ocurre en trabajos de pliometría o cambios bruscos de ritmo.
Desequilibrios biomecánicos, como una hiperextensión mantenida, mala alineación de la rodilla o debilidad de glúteos y core.
Golpes directos o microtraumatismos reiterados, poco comunes pero posibles en deportes de contacto.
En definitiva, se trata de una patología de origen mecánico, y suele aparecer en deportistas jóvenes, activos y que practican disciplinas de carga repetitiva como el running, el crossfit o el ciclismo.
Los síntomas más habituales son:
Dolor en la parte anterior e inferior de la rodilla, justo a los lados del tendón rotuliano.
Molestias al estar de pie mucho tiempo, o al extender completamente la pierna.
Sensación de pinzamiento o bloqueo leve al flexionar/extender la rodilla.
A veces, hinchazón visible en la zona anterior-inferior de la rótula.
El dolor suele aparecer al correr, al bajar escaleras o al ponerse de pie tras estar sentado. Y algo característico: empeora con la extensión completa de la rodilla, sobre todo si se hace con fuerza.
Un fisioterapeuta especializado puede hacer pruebas de compresión manual para confirmar el diagnóstico, pero en casos dudosos una ecografía o resonancia magnética pueden evidenciar la inflamación de la almohadilla.
Esta es una de las grandes preguntas. La respuesta corta es: depende del grado de afectación.
Fase aguda (dolor constante e incapacitante): se recomienda reposo deportivo absoluto, al menos durante unos días. No se debe forzar, ya que puede cronificarse.
Fase subaguda o leve (dolor solo tras el ejercicio): se puede continuar entrenando, pero modificando el volumen e intensidad, evitando cuestas, series, y priorizando superficies blandas. También es fundamental trabajar la técnica de carrera y la fuerza estabilizadora.
Siempre se aconseja evitar los movimientos que desencadenen el dolor, especialmente la hiperextensión forzada.
La clave está en reducir la inflamación y corregir las causas biomecánicas. Algunas estrategias eficaces son:
Reposo relativo y adaptación de la carga.
Crioterapia local (hielo en la zona anterior de la rodilla 10-15 minutos).
Antiinflamatorios orales o tópicos (siempre bajo control médico).
Taping o vendaje neuromuscular para descargar la zona.
Movilización específica de la almohadilla grasa.
Electrolisis percutánea o radiofrecuencia en casos rebeldes.
Ejercicios excéntricos y de control neuromuscular, centrados en glúteos, cuádriceps y core.
Mejorar la técnica de carrera (cadencia, alineación).
Revisar el calzado y usar plantillas si hay alteraciones biomecánicas.
Trabajo de fuerza y propiocepción de forma continuada.
Los ejercicios combinan movilidad, fortalecimiento y propiocepción, fundamentales para reducir presión sobre la almohadilla de Hoffa y evitar su inflamación. Algunos de ellos pueden ser los siguientes: