Durante décadas, Noruega fue reconocida por su dominio en deportes de invierno. Sin embargo, en los últimos años, un fenómeno silencioso ha sacudido el atletismo internacional: el auge del “método noruego”, una filosofía de entrenamiento que está transformando la preparación de los corredores de media y larga distancia. Lejos de las improvisaciones o del volumen descontrolado, este enfoque prioriza la precisión, el control fisiológico y la eficiencia. Y los resultados ya están en las pistas.
Nombres como Jakob Ingebrigtsen, actual referencia mundial en el 1500 y 5000 metros, Narve Nordås, medallista europeo, o el triatleta de clase mundial Kristian Blummenfelt, no son solo compatriotas: comparten una misma lógica de entrenamiento. Todos son productos del enfoque científico y estructurado que hoy ya tiene nombre propio: el método noruego.
Olav Aleksander Bu, el fisiólogo detrás de la revolución, lo resumió con una frase que está calando hondo en entrenadores de todo el mundo: “No entrenamos más duro, sino más inteligente”. Esa declaración resume el espíritu de un sistema que, sin ignorar el volumen, pone el énfasis en el control y en la sostenibilidad del rendimiento.
Inspirado inicialmente por el exatleta y médico Marius Bakken, y sistematizado por entrenadores como Gjert Ingebrigtsen (padre y entrenador de los hermanos Ingebrigtsen), el método apuesta por un equilibrio inteligente entre carga y recuperación, donde cada sesión tiene un motivo fisiológico detrás.
En líneas generales, se trata de un sistema de entrenamiento de resistencia que gira en torno a tres pilares fundamentales:
Altos volúmenes a baja intensidad (LIT): más del 75% de las sesiones se realizan por debajo del umbral aeróbico, favoreciendo adaptaciones cardiovasculares sin fatiga excesiva.
Doble umbral (Double Threshold): dos sesiones de calidad por día, en el umbral de lactato (~2 mmol/L), controladas mediante medición en sangre. Esto permite estimular al máximo el sistema aeróbico sin llegar a la fatiga metabólica que provocaría un entrenamiento anaeróbico clásico.
Monitorización fisiológica constante: además del lactato, se vigilan la frecuencia cardíaca, la temperatura corporal y la percepción del esfuerzo. Todo se mide. Todo se ajusta.
Esta precisión no es elitista: se aplica tanto en concentraciones en altitud como en días comunes en Oslo. Para los noruegos, la ciencia no es una herramienta ocasional, sino la base del entrenamiento diario.
A diferencia de los métodos más tradicionales, que tienden a acumular sesiones exigentes o a dejar el “feeling” como único guía, el método noruego sigue una estructura fija:
75–80% de las sesiones son de baja intensidad (Low Intensity Training, LIT), generalmente trotes largos, rodajes suaves o sesiones regenerativas.
15–20% son de intensidad media o sub-umbral (Medium Intensity Training, MIT).
5% o menos se reserva para sesiones de alta intensidad (High Intensity Training, HIT).
Este enfoque piramidal busca una carga progresiva, minimizando el riesgo de lesión o sobreentrenamiento, sin perder la capacidad de competir a ritmos máximos.
El éxito de Jakob Ingebrigtsen no es un accidente. Su dominio en campeonatos internacionales, su madurez táctica y su solvencia física tienen una explicación que va más allá del talento. El sistema que lo respalda no busca milagros ni fórmulas mágicas, sino consistencia. «Nunca he corrido más rápido en un entrenamiento que en una carrera» comentó hace algunas semanas en una entrevista.
Más entrenadores están adoptando protocolos similares, ajustados a sus realidades. Ya no se trata solo de copiar a los noruegos, sino de entender por qué funcionan sus principios y cómo pueden integrarse en otros contextos. Desde atletas populares a atletas de élite.
En una era donde el dato es poder, este país del norte nos recuerda que, para correr más rápido, tal vez primero haya que pensar mejor.