El entrenamiento en altitud se ha convertido en una herramienta esencial para atletas de élite y entusiastas del fitness por igual. A diferencia del entrenamiento convencional al nivel del mar, entrenar en altitud involucra trabajar en lugares a mayor altitud, donde la disponibilidad de oxígeno es reducida. A primera vista, esta práctica puede parecer contraproducente, ya que el oxígeno es esencial para la función celular y el rendimiento físico. Sin embargo, existen razones convincentes para considerar el entrenamiento en altitud como un enfoque beneficioso para mejorar el rendimiento deportivo y la salud en general.
La principal razón es la adaptación al menor nivel de oxígeno disponible en estas regiones. Cuando una persona se expone a altitudes elevadas, como las que se encuentran en las montañas, el cuerpo responde de manera única. En un esfuerzo por compensar la reducción del oxígeno, el cuerpo aumenta la producción de glóbulos rojos y la capacidad de transporte de oxígeno en la sangre. Esto, a su vez, mejora la capacidad aeróbica y la eficiencia del sistema cardiovascular.
Además, el entrenamiento en altitud puede estimular la producción de hormonas como la eritropoyetina (EPO) y el factor de crecimiento vascular endotelial (VEGF), que contribuyen a la formación de nuevos vasos sanguíneos y al aumento de la vascularización muscular. Esto resulta en una mejor entrega de oxígeno a los músculos durante el ejercicio, lo que se traduce en un mayor rendimiento.
Primero hay que aclarar que no es una estrategia que deba utilizarse todo el año. En su lugar, se recomienda como parte de un ciclo de entrenamiento específico. Aquí hay algunas pautas para determinar cuándo es adecuado:
Este tipo de entrenamiento puede ser beneficioso para atletas de todos los niveles, pero es importante considerar algunos factores antes de sumergirse en él:
Ya sea que seas un atleta de élite o un corredor popular, este tipo de entrenamiento puede ser una herramienta valiosa para alcanzar tus metas deportivas y de salud.